Y tanto fue el cántaro al agua que se reventó. Cuando esto sucedió, los pies de quien le sostenía se mojaron, trastabillo y vio lo valioso que le era su cántaro, miro sórdidamente como el agua que tanto necesitaba se dispersaba en el suelo seco y sediento. Como se arruinaba su trabajo solo por ser tan mezquino y no valorar su humilde prenda.
La prenda quedo dentro de las entrañas de su madre tierra. Alguna el sol la reclamo. Sirvió pues para que el ciclo continuara, el accidente fatídico del jarrón.
Con el pasar del tiempo y por el desgaste del diario que hacer, el cántaro se había deteriorado. Pero su dueño o por lo menos quien creía serlo. Lo ignoro por completo. Lo único importante era el agua que recogía. El cántaro se despintaba y erosionaba, su vida se agotaba. ¡Que Importa¡ es solo un cántaro. Las alertas que el inanimado ser dio, fueron obviadas por quienes lo necesitaban aunque no lo supieran apreciar. Y sucedió lo inevitable, en un mes de verano, el cántaro trajo al invierno. Cuando se desquebrajo en las manos de sus captores, no solo agua derramo. Se liberaron desgracias y bendiciones, el cántaro las libero. Sus miles de pedazos, esparcidos en la tierra quedaron. Y quienes sufrieron el incidente, en su enajenación pensaron, es solo un jarrón indecente, abra otro para reemplazarlo.
Un peregrino que paso por allí, al cántaro vio tirado. Y en su estado de destrucción, vio nacer un milagro. Con paciencia y determinación, una a una las partes fue colocando. Había que tener noción, el un plan estaba hilvanando. Y con la ayuda de un dios, el cántaro fue reconstruido, solo un mes tardo en su estado de derruido. Se convoco a un cabildo, para hacer el anuncio. Los autoproclamados salvadores, hicieron gala de su destreza. Se llenaban la boca con flores y se ensañaban en sus destrezas. Entonces alguien pregunto. ¿Qué les diferencia? ¿No es esto más de lo mismo, solo que con otra apariencia? Rápidamente la respuesta fue aportada, hablaron de todo, pero no dieron la respuesta esperada. Llovieron los dimes y diretes las risas y burlas, llovieron cual confeti. Pero en la mente de los presentes la respuesta quedo inconclusa. Era una nueva era para el jarrón o una realidad ilusa.
Y con el pasar del tiempo, quien es al fin y al cabo el testigo y forjador de la historia. La misma se repitió, los sueños de honor y gloria. Una vez más a los apoderados del jarrón nublo. Con reuniones mensuales y hermosos festivales, quisieron su sed saciar. Pero para esas cosillas triviales el cántaro no va a aguantar. El cántaro una vez más sirvió para sacar agua, para llenar vasijas y cantimploras. Pero recuerden amigos, el cántaro también acumula horas.
Llego entonces a odios de los primeros, que el cántaro una vez más funcionaba, ahora en manos de extranjeros, que de su pozo robaban agua. La ira se desato cual tormenta de arena. El cántaro sin embargo en la urna sentía pena. Pena de no ser valorado, solo un objeto más, un poco de barro adornado, listo para utilizar. La pena se hacía visible, mas signos de posible destrucción. Más los nuevos dueños también insensibles, al cántaro ignoraron.
La ira seguía creciendo, había muchos que la alimentaban, era hora de reclamar lo propio. Los primeros en su mente murmuraban. Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum, era la frase que masticaban. Reclamarían lo propio, de eso no había duda. Tenían los recursos, la estrategia, los soldados y el motivo. La guerra era próxima por el cántaro derruido.
En medio del desierto, una voz se escucho, su mirar era incierto y su recorrer era mucho. Hablo en las calles, más la gente no presto atención, hablo en las comunidades sin tener contestación. Se presento en los festivales y la razón invoco, que dejaran de planear males, que volvieran a la razón. Que el cántaro era para los normales, que su uso se desvirtuó. Pero en ese y otros lares. Su mensaje se esfumo, así que como ultimátum, estas palabras invoco
Si vis pacem, para bellum
